martes, 20 de octubre de 2015

Calle del Rollo




La calle del Rollo tiene varias historias con referencia a su nombre. Toma tal nombre por haber existido allí un gran rollo como límite jurisdiccional de la ciudad. Este era de piedra labrada con una inscripción que hacía referencia a Madrid, primero Villa y luego Corte. Durante la Reconquista, los reyes castellanos otorgaban a los asentamientos que se iban consolidando, mediante las denominadas Cartas de Villazgo, privilegios como los de celebrar ferias y mercados periódicos, exenciones de impuestos o dirimir los conflictos civiles entre sus habitantes. Las villas que disponían de esta concesión real erigían, a su entrada o en la plaza, un monolito o columna de piedra con la finalidad dar a conocer a sus habitantes y a todos los que por allí pasaran que allí se disponía de la potestad de juzgar los pleitos que surgieran en la comarca. Estos monumentos jurídicos recibieron, por su forma cilíndrica, el nombre de “rollo”, y por su significado el adjetivo “jurisdiccional”. Estos “rollos” coexistían con otras construcciones similares, los “rollos de justicia” denominados vulgarmente “picotas”, cuya finalidad era someter al escarnio público a delincuentes y reos, e incluso servir de patíbulo y lugar de exhibición de los restos de los ajusticiados. Con el paso de los siglos, y en ocasiones por razones económicas de aprovechar una sola construcción para dos fines diversos, las dos clases de “rollos” se fueron confundiendo hasta el punto que las Cortes de Cádiz, al abolirlos, ordenaron la destrucción y demolición de todos ellos sin distinción.

Anteriormente, esta calle era denominada de los Arcos, pues a su entrada se encontraban unos arcos que fueron derribados por su amenaza de ruina. Según voces populares, el nombre de la calle se debe a su forma tortuosa y retorcida y, por otro lado, dicen que el nombre de la calle también está relacionada con el hallazgo macabro en la zona de un niño muerto envuelto en un rollo de estera.

En algunos mapas de la ciudad, como el de Texeira, la primera parte de esta calle se denomina "de la Parra" por encontrarse en ella una de grandes dimensiones. En relación a la parra existe una leyenda que nos refiere como don Juan López de Hoyos, catedrático del Estudio de la Villa, tenía interés por conocer al discípulo que con frecuencia saltaba las tapias y robaba las uvas de la parra. Se supone, según la misma leyenda, que el ladrón de las uvas era don Miguel de Cervantes Saavedra, y cuentan que le despidió de la clase por el asalto a las tapias y el robo de las uvas; pero un regidor que le daba dos reales para los estudios, intercedió por él y López de Hoyos, que apreciaba el gran ingenio del muchacho, no tuvo dificultad en recibirlo de nuevo en las clases.

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